Cuando el statu quo es una estupidez
Pilita Clark
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Pilita Clark
¿Qué tienen en común estas cuatro empresas: Walmart, Uber, Levi Strauss y Tyson Foods? La respuesta es sencilla pero también es desconcertante. Las cuatro están entre las cientos de compañías estadounidenses que tomaron medidas extraordinarias para motivar a la gente a que votaran en las elecciones de mitad de período en EEUU.
Levi Strauss les dio licencia pagada a sus trabajadores. Uber ofreció un descuento de US$ 10 por viajar a las urnas. Patagonia, la empresa de ropa para recreación al aire libre, cerró sus tiendas para que sus empleados pudieran votar, una medida que también implementó en las elecciones presidenciales de 2016. En todo el país, 44% de las empresas le ofreció a sus empleados licencia pagada para votar este año, según la Society for Human Resource Management.
A cierto nivel esto es razonable. EEUU tiene uno de los peores niveles de votación del mundo desarrollado, especialmente en las elecciones de mitad de período. Según algunas estimaciones, no ha habido una sólida mayoría de votación en una elección de mitad de período durante más de un siglo. Sin embargo, el problema al que se enfrentan Patagonia y las otras firmas es también una señal de algo mucho menos admirable: la curiosa necesidad de seguir haciendo las cosas de forma anticuada, ilógica y defectuosa aun cuando las alternativas más inteligentes están a la vista.
Esta es una subcategoría de la parcialidad al statu quo que ha sido objeto de estudio de generaciones de científicos del comportamiento. Lo explica todo, desde pedir inexorablemente la misma pizza cada semana, a usar la misma compañía de seguros por años. Es inocuo y hasta racional en muchos casos: ¿para qué perder tiempo en algo nuevo que podría resultar inútil? Pero hay por lo menos tres ejemplos del statu quo se deberían desechar, comenzando con un sistema electoral tan defectuoso que nadie ni siquiera pestañea cuando las empresas necesitan reforzarlo.
Es difícil pensar en mucho que sea más arcaico que las leyes estadounidenses, que datan de 1845, y que requieren que las elecciones se hagan el martes después del primer lunes de noviembre, un día que resultaba conveniente a los granjeros en una sociedad mayormente agraria. Cuando el Pew Research Center le preguntó a los votantes por qué no votaron en las elecciones de mitad de período de 2014, un significativo 35% dijo que estaban demasiado ocupados con el trabajo o los estudios. Esas preocupaciones se mitigan en la mayoría de los 36 países de la OCDE: 27 celebran las elecciones nacionales durante un fin de semana, y de los que no, dos hacen más fácil la votación declarando el día de la votación como un día feriado.
Por lo tanto, la noción de que las empresas en estos países tuvieran la necesidad de descontar sus productos el día de las elecciones, o mucho menos cerrar sus tiendas, resulta totalmente extraño. Es aún más extraño en los veintitantos países donde la votación es obligatoria. Durante años, los legisladores de EEUU han luchado por establecer días de elecciones feriados o en el fin de semana. Grupos de lobby han abogado por ello. Sin embargo, las votaciones en martes persisten. La parcialidad al statu quo podría no ser irracional. La teoría generalmente aceptada sostiene que un alto número de votantes favorece más a los demócratas que a los republicanos, aunque la evidencia no es concluyente.
No obstante, no se puede excusar otro ejemplo de la tendencia a preferir lo conocido: el actual uso de localizadores -¡y las máquinas de fax!- en el Servicio Nacional de Salud (NHS, su sigla en inglés) de Gran Bretaña. Hace poco, conocí a dos médicos jóvenes que se habían unido a muchos doctores principiantes que estaban dejando el NHS debido a problemas de baja moral y agotamiento. Me dijeron algo alarmante: el NHS es uno de los mayores compradores de máquinas de fax del mundo. Peor aún, a los doctores todavía se les distribuyen localizadores muy anticuados. De hecho, un informe del año pasado mostró que el uso de localizadores ha disminuido tanto que sólo hay 1 millón en uso en el mundo, y 130 mil de ellos le pertenecían al NHS. El NHS podría ahorrar hasta 2,7 millones de libras al año si cambiara a celulares, calculó el informe. En EEUU, y en otras partes, los doctores están cambiando a los mucho más eficaces y útiles iPhones. ¿Por qué ha tomado tanto tiempo para que el NHS haga lo mismo?
La misma pregunta se aplica a un tercer caso de tonterías cometidas debido al statu quo, la existencia de una de las frases más irritantes en el idioma inglés: ¿empacaste tus maletas tú mismo hoy? Es difícil creer que esta pregunta no se considere una pérdida de tiempo para todos, desde los trabajadores del aeropuerto hasta los pasajeros. Sin embargo persiste. Seguramente hay peores ejemplos de inercia inconsciente y siempre me encanta enterarme de ellos. Pero sería mejor si nunca hubieran existido.